¿Alguna vez has escuchado que las personas con dislexia ven las letras al revés? Es hora de desmentir eso y mucho más. La dislexia es una condición que va más allá de la confusión de letras: afecta profundamente la manera de procesar la lectura, sin dejar rastro alguno sobre la inteligencia o la motivación de quien la padece.
¿Qué es la dislexia?
Es un trastorno del aprendizaje que afecta principalmente la capacidad de leer, escribir y, en algunos casos, comprender textos con fluidez. No se relaciona con la inteligencia, ni la falta de esfuerzo o motivación, ya que una persona con dislexia puede tener un coeficiente intelectual igual o incluso superior al promedio.
Su origen se encuentra en el modo en que el cerebro procesa la información escrita y oral. Esto hace que leer, asociar sonidos con letras o recordar la ortografía de las palabras sea más difícil. Sin embargo, con seguimiento, apoyo adecuado, estrategias de enseñanza adaptadas y acompañamiento familiar, los niños y adultos con dislexia pueden desarrollarse plenamente.
“Se estima que solo el 5% de los casos están diagnosticados y reciben la ayuda apropiada, y que el 85% de los analfabetos adultos padecen dislexia”. Dyslexia Research Institute.
Mitos sobre la dislexia
Hay muchas creencias erróneas sobre la dislexia, las cuales se han vuelto bastante comunes a lo largo de los años, pero a continuación las desmitificaremos.
La dislexia significa ver las letras diferentes, donde las personas confunden la B con la D o leen las palabras al revés.
Realidad: Aunque estas dificultades pueden aparecer, la dislexia no consiste simplemente en invertir letras; se trata de un problema más profundo relacionado con el reconocimiento y procesamiento de los sonidos del lenguaje.
Los niños con dislexia son menos inteligentes.
Realidad: Nada más alejado de la realidad. La dislexia no está relacionada con la inteligencia. De hecho, muchos personajes destacados como Einstein, Steven Spielberg o Agatha Christie presentaron dislexia en su niñez y demostraron un talento extraordinario en sus campos.
La dislexia se cura con el paso del tiempo.
Realidad: La dislexia no es una enfermedad que desaparece, sino una condición de por vida. Sin embargo, con detección temprana, apoyo pedagógico especializado y el uso de herramientas tecnológicas, sus efectos a largo plazo pueden minimizarse y las personas pueden alcanzar un rendimiento académico y profesional exitoso.
Tener dislexia significa que no se puede aprender a leer.
Realidad: Las personas con dislexia pueden aprender a leer y escribir, solo que necesitan métodos de enseñanza multisensoriales, paciencia y estrategias diferenciadas. Aprender puede tomar más tiempo, pero es posible.
La dislexia solo afecta a los niños.
Realidad: Aun cuando se diagnostica en la infancia, la dislexia acompaña a las personas durante toda su vida. Los adultos también enfrentan retos, pero muchos desarrollan mecanismos de compensación que les permiten avanzar en sus estudios y profesiones.
¿Cómo apoyar a alguien con dislexia?
El primer paso para apoyar a una persona con dislexia es reconocer y aceptar la condición sin estigmas. A partir de ahí, se pueden implementar las siguientes estrategias:
- Identificar este padecimiento en etapas iniciales, lo que permite la adaptación a la educación desde los primeros años de escuela.
- Métodos educativos especializados, como el enfoque Orton-Gillingham o técnicas multisensoriales (uso de imágenes, sonidos, movimientos), han demostrado gran efectividad.
- El uso de tecnología como herramientas de apoyo puede ser un aliado importante. Software de lectura, audiolibros o aplicaciones que convierten el texto a voz son de gran ayuda.
- Es fundamental el apoyo emocional, ya que muchos niños experimentan frustración o bullying escolar. Un ambiente de comprensión es clave para reforzar la autoestima.
- El trabajo en conjunto entre docentes, especialistas, familia y la persona con dislexia es esencial para un acompañamiento exitoso.
Impulsar la inclusión
La dislexia no debe verse como una limitación, sino como una forma distinta de procesar la información.
Impulsar la inclusión significa dejar de enfocarse en lo que “no se puede” y concentrarse en las fortalezas: creatividad, pensamiento visual, intuición, capacidad de resolver problemas y pensamiento fuera de lo común, atributos frecuentes en personas con dislexia.
Además, construir entornos educativos y laborales más empáticos no solo beneficia a quienes viven con dislexia, sino que enriquece a toda la sociedad al promover la diversidad de talentos.